Lidiando con sentimientos de privación Llegué al programa el 6 de mayo de 1992. Por la gracia de Dios, me he abstenido del azúcar y de otros carbohidratos refinados desde el 2 de marzo de 1993. Me gustaría decir que todo ha sido fácil con la comida desde ese día. Nada más fue el inicio, que me mostró la dimensión real de mi compulsión-obsesión con la comida. Me empecé a obsesionar con diferentes tipos de comida que antes no eran muy atractivos para mí. De modo que, el nivel físico de mi recuperación ha requerido evitar más comidas de los que yo pensaba hace 11 años. Algunos comestibles que yo evito, además del azúcar y de los carbohidratos refinados, son: bebidas gaseosas y alcohólicas, pan y queques de trigo integral, sabores artificiales y algunos postres saludables que amenazan mi abstinencia. Y, por si fuera poco, soy vegetariana y evito cualquier tipo de carne y productos lácteos. Puedo decir, entonces, que soy un buen ejemplo de “privación”. Mucha gente me pregunta: “¿Cómo puede vivir así? ¿No extraña todo eso?.” “¿Me siento deprivada?” NO. ¿Me he sentido privada? SÍ, muchas veces especialmente al principio, lo que considero como algo normal en todo proceso de duelo, como perder un ser querido o hacer un cambio significativo en el estilo de vida. A menudo me sentía muy enojada porque no podía comer como la gente normal. Me llevó un tiempo para que el dolor de comer en exceso y purgarme se hiciera más grande que el placer de comer las “buenas” cosas que come la gente normal. Adquirí la buena voluntad para dejarlas cuando tomé conciencia de que la vida me ofrecía mucho más para mí que estar hartándome con la comida. Todo esto ha sido un proceso doloroso. Alcancé la abstinencia muy poco a poco, a veces tan poquito que no podía notar la diferencia. Pero me mantuve asistiendo a las reuniones, y un paso tras otro hicieron un cambio muy significativo. He mantenido la disposición para trabajar el programa y he aceptado la idea de que tengo una condición emocional y física que requiere cuidado especial. Yo valgo la pena. En la medida en que sigo viniendo, mi autoestima crece al interiorizar la idea de que soy una hija creada por un Poder Superior amoroso y maravillo, que quiere lo mejor de lo mejor para mí, lo que incluye tratarme con el cuidado y respeto que merezco. Me gustan los retos, y ha sido un real desafío para mí el encontrar nuevas formas de comer y de vivir que sean nutritivas, deliciosas y buenas. Después de todo este tiempo de trabajar el programa, en lugar de sentirme privada me siento más libre y más feliz. Es sorprendente cómo se han ampliado mis horizontes y es muy emocionante ver cuantas opciones existen en el mundo. Si no fuera por esta enfermedad y el programa de OA/CCA, yo no hubiera encontrado la gran variedad de alternativas que Dios me ofrece para vivir sana y felizmente. Cuando los sentimientos de privación quieren dominar mi mente, uso algunos “trucos” para contrarrestarlos, tales como:
Ana. Costa Rica. |
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